Ayer domingo día 17 de junio de 2018 tuvo lugar la habitual excursión de fin de curso de la fraternidad OFS de León. En esta ocasión el destino elegido fue Sahagún y Grajal de Campos.
Quedamos impresionados por el inmenso valor artístico y patrimonial de los vestigios que aún conservan estas históricas localidades leonesas.
En Sahagún pudimos admirar los restos de la imponente abadía benedictina, el famoso monasterio cluniacense que llegó incluso a acuñar moneda. La iglesia de San Tirso, con su espléndida colección de maquetas de los templos y conventos saguninos; el convento de Santa Cruz de Madres Benedictinas, con su museo y su espectacular capilla, donde reposan los restos de Alfonso VI, rey emperador, y sus cinco esposas. Solo el retablo churrigueresco ya hace imprescindible la visita. Por supuesto, la iglesia de San Lorenzo, con sus detalles de yeserías decorativas, donde asistimos a misa. Y, después de la deliciosa parada gastronómica en el restaurante La Taberna de Miguel (muy recomendable por cierto), el broche final a la localidad facundina: la visita a la Peregrina, antiguo convento franciscano, espléndidamente restaurado, donde aún puede apreciarse la magnificencia de su capilla de Sandoval y la bellísima imagen de la Virgen Peregrina.
En Grajal, su simpático alcalde nos mostró las dependencias de la Casa Palacio de los condes, adosada a la imponente iglesia de San Miguel. Un enclave extraordinario, testigo y protagonista de un pasado brillante del que todavía retiene hermosas muestras, como la escalera renacentista, el patio o la logia hacia la plaza. Y, cómo no, el enorme castillo artillero, uno de los pocos ejemplos de su clase que se conservan en España.
Para rematar el día, y por cortesía de nuestro chófer Pablo, la visita no programada al monasterio benedictino de San Pedro de las Dueñas, otra joya del románico de ladrillo que guarda con mimo tesoros como el crucificado de Gregorio Fernández, sin duda el más bello de todos los que salieron de su gubia. Maravilloso.
Desde aquí nuestro agradecido reconocimiento a Darío, el joven y simpático guía que nos ilustró estupendamente en todo el recorrido.
En suma, buena gente, buen tiempo, interesantes visitas y alegre fraternidad.¿Qué más se puede pedir? Paz y bien.
Manuela